Mientras el oficialismo celebraba sus logros legislativos, los expertos advierten que las cifras de empleo durante la gestión de Jeannette Jara como ministra del Trabajo son alarmantes, con un mercado laboral estancado y un desempleo femenino en su punto más alto en años. Un crudo reflejo de una administración más enfocada en la agenda ideológica que en las necesidades reales de los chilenos.
La salida de Jeannette Jara del Ministerio del Trabajo y su ascenso como candidata presidencial ha puesto en la palestra el balance de su gestión en la cartera. Si bien el Gobierno ha intentado vender un exitoso legado de «reformas» como la ley de 40 horas, los datos duros revelan una realidad mucho más incómoda: la herencia de Jara es un mercado laboral estancado y cifras de desempleo que en cualquier otro gobierno habrían desatado una crisis.
Expertos y economistas han levantado la voz de alerta. El desempleo femenino, por ejemplo, alcanzó su cifra más alta en cuatro años, una señal de que las políticas implementadas no están generando oportunidades para las mujeres chilenas. Las cifras generales del mercado del trabajo tampoco son alentadoras, mostrando un crecimiento anémico y una nula capacidad para generar nuevos puestos de trabajo de calidad.
Este escenario se suma a las preocupaciones del Banco Central, que ha advertido sobre el elevado crecimiento de los costos laborales. Mientras tanto, desde el oficialismo se intenta tapar el sol con un dedo, atribuyendo las cifras negativas a factores externos y haciendo oídos sordos a las críticas de quienes sostienen que la visión del Gobierno sobre el mercado laboral parece anclada en el siglo pasado.
El contraste es brutal. Mientras la exministra se presenta como la cara de las «conquistas sociales», la realidad es que su paso por el ministerio dejó un panorama de incertidumbre para miles de familias. La promesa de un país mejor se estrella con la cruda realidad de un Chile que no avanza en materia de empleo y que ve cómo la precarización laboral se instala como la nueva norma.
La gestión de Jara, que muchos consideran un trampolín político más que un verdadero servicio público, deja una pregunta en el aire: ¿están las prioridades del Gobierno en sintonía con las urgencias de la gente común y corriente? La respuesta, a la luz de las cifras de empleo, parece ser un rotundo no. Y es un fracaso que el actual gobierno y sus candidatos tendrán que cargar de cara a las próximas elecciones.