Meses después de su proclamación, la candidata oficialista, Jeannette Jara, sigue sin presentar un programa de gobierno claro. La demora no es solo un problema de calendario, sino que expone la profunda falta de liderazgo, la desorganización de su comando y las fisuras ideológicas que la candidata comunista intenta ocultar.
Con la carrera presidencial en su punto más álgido, la candidata del oficialismo, Jeannette Jara, sigue en deuda con el país. A pesar de los constantes llamados desde su propia coalición, el programa de gobierno de la exministra sigue sin ver la luz. Lo que para su comando son «tiempos normales» para el resto del espectro político, y especialmente para los chilenos, es una señal de profunda ineficiencia y desorden.
La demora en la presentación del programa no es un simple detalle administrativo. Es la muestra de un comando que navega sin rumbo, sin una propuesta sólida que pueda dar certezas a la ciudadanía. Las explicaciones de que han estado “recogiendo los problemas reales de las personas” no convencen, y suenan más a excusas que a una estrategia coherente.
Este retraso, que ya se ha vuelto una constante, pone en evidencia las profundas diferencias ideológicas que existen en la coalición de gobierno. Mientras Jara busca proyectar una imagen moderada, las posturas más radicales de su propio partido y sus aliados la persiguen, generando una tensión que hace imposible la redacción de un programa que satisfaga a todos. El resultado es un estancamiento, donde nadie se atreve a definir un rumbo por miedo a ahuyentar a una u otra facción.
La falta de un programa claro le resta credibilidad a la candidatura. En un país que exige soluciones concretas a problemas como la seguridad y la economía, la ambigüedad de Jara es un lujo que no se puede permitir. La percepción es que la candidata no tiene las respuestas, y que su campaña se basa más en un carisma superficial y en el discurso del Gobierno que en una visión real para el futuro de Chile.
Este vacío programático es una debilidad enorme que sus adversarios están capitalizando. La pregunta es simple: si la candidata no ha sido capaz de organizar un programa con su propio equipo, ¿cómo se espera que organice un país completo? La respuesta parece ser clara para muchos: no está preparada para el desafío.